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El día que descubrí que me odiaba


Esto del amor propio es algo tan denso para mí. ¿Qué implica que me ame a mí misma? ¿Debería mirarme al espejo y no pensar que hay ciertas cosas que quiero cambiar? ¿No modificar mi cuerpo si así lo quiero?¿Eso es amor propio?



Cuando eres una mujer pasada de kilos el tema se vuelve muy complejo y difícil de tratar. Nunca estuve en ese “peso ideal” sugerido por los médicos.

“¿Estoy sana? ¿Es saludable tener esos kilos de más? ¿Me duelen las rodillas o me siento asfixiada cuando camino? ¿Algún problema de salud?, ¿no? Entonces todo va bien.”

De niña fue muy duro, los niños son crueles. El bullying fue algo de lo que no pude huir, lo sufrí por varios años, lastimosamente es algo por lo que, creo yo, pasan todas las niñas pequeñas con sobrepeso. Sin embargo, he llegado a ese punto de la vida en el qué adquirí un caparazón duro de roer, al que ya no entran críticas destructivas que logren afectarme.


El problema radica en las autocríticas que nos hacemos constantemente, somos crueles, hirientes y no nos amamos lo suficiente.


A mis 13 años, con 1,58 de estatura y más de 60 kilos, en un consultorio de acupuntura con mil agujas en el cuerpo para intentar mejorar mi asma. (Sí me funcionó, recomendadísimo.) Comenzaron todas estas dudas y reflexiones sobre mi aspecto físico y el amor propio.


Mi madre estaba a mi lado haciéndose algún tratamiento para adelgazar… Justo ahí tuve una epifanía bastante trágica, que hizo que solo comenzara a llorar y llorar como la pequeña niña que era.


Estaría toda mi vida buscando métodos, remedios y menjurjes extraños para adelgazar. Alegrándome por recibir cumplidos como “Estás más delgada” en vez de “Te ves muy bonita hoy”, pensando en las calorías, llorando y sintiéndome mal por no entrar en una talla específica de jean o culpando por tener que descartar ciertas marcas de ropa.


Criticando mi cuerpo, viendo constantemente lo que no me gustaba, queriéndome menos y deseando ser como alguien más; las lágrimas no paraban y el taco en la garganta no se iba, no me quería, no me gustaba como era, quería cambiar cada parte de mi cuerpo, ¿me odiaba?


Con el tiempo aprendí ciertas cosas, tenia dos opciones: Me seguía odiando, queriendo cambiar todo de mí o me aprendía a querer como era y a la verga el mundo. Hay cierto conformismo en odiarse a si misma, cuando no te quieres realmente no tienes que esforzarte, te quedas en tu agujero emocional y ya esta. Vote por la segunda opción, la más difícil.


El tiempo paso, yo cambie y la forma en la que me veía también, adelgace,(de una manera saludable, solo...crecí.)


Aún sigo siendo esa mujer que no esta en el “peso ideal”, pero ahora lo veo muy diferente. Lo que me importa ahora es: ¿Estoy sana? ¿Es saludable tener esos kilos de más? ¿Me duelen las rodillas o me siento asfixiada cuando camino? ¿Algún problema de salud?, ¿no? Entonces todo va bien.


Aprendí lo importante de ser equilibrada en muchos aspectos de la vida, es algo sumamente difícil de lograr. Llegar al punto en el que has aprendido a amarte tal como eres, sin autocríticas, ni autodestrucción es algo así como alcanzar el nirvana del amor propio. Toma tiempo.


Lograr un balance es saber que una cosa es querer hacerse un retoque, cambiar o mejorar alguna parte de cuerpo con la que TÚ no te sientes completamente cómoda, algo que te dará un poco más de confianza en ti misma y solo mejorará tu aspecto físico, pero de lo cual no depende tu felicidad.


En cambio, no ser equilibrada es operarse las bubis, luego el abdomen porque simplemente hace juego, luego la cola porque hace falta para tener el trío perfecto y terminar con una reconstrucción completa de cuerpo y rostro, sintiéndote vacía, amándote menos.


No sirve de nada verte “bien”, si no te sientes de igual, justo ahí esta el detalle. Siempre te veras de la misma manera en la que te sientes. En este largo camino de dudas, inseguridades, peleas y reconciliaciones conmigo misma y mi cuerpo, he aprendido 3 cosas:


1# La única que soportará mi cuerpo toda la vida SOY YO, ¿Por qué no sentirme cómoda en mi propia piel? te mereces verte hermosa, no perfecta (menos mal) pero si hermosa.


2# Vale verga el mundo y lo que piense de mi cuerpo.


3# Todo aquello que me regale paz interior y calme esas dudas vale la pena. Te puedo asegurar algo, siempre vas a tener más cosas buenas que malas, solo que es más fácil encontrar los defectos y somos perezosas.


El camino es largo y difícil, pero como siempre es mejor el proceso que la meta misma. Hay varios hábitos que pueden ayudarnos a que poco a poco cambiemos la forma en la que nos vemos, (Pronto una lista con tips que me han ayudado en este largo proceso de amor propio). Tenemos que reconciliarnos con nuestro cuerpo y con nosotras mismas.

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